Era 1994. Un Barcelona letal con cracks de la talla de Stoichkov, Guardiola, Begiristán, Guillermo Amor y Romario, entre otros, era dirigido por Johan Cruyff. El Barcelona jugaba contra el Osasuna por Liga y los carnavales de Río de Janeiro comenzaban, al otro lado del ‘charco’.

Romario, un apasionado por los goles y la fiesta, le hizo una propuesta a Cruyff que entró en todos los libros de anécdotas. El entrenador holandés lo retrató así:

“Una vez, Romario me preguntó si podía perderse dos días de entrenamientos para poder ir a Brasil al carnaval de Río de Janeiro. Respondí: ‘Si marcas dos goles mañana, te daré dos días más de fiesta con respecto a los otros jugadores de la plantilla’. El día siguiente, Romario marcó dos goles e inmediatamente se vino a la banda para pedirme el cambio. Me dijo: “Técnico, mi avión sale en una hora”. No tuve opción y cumplí mi promesa con él”.

Pasaron los días en la ciudad condal y no había presencia del delantero brasileño. Se comunicaron con él, y esta fue su respuesta:

“El mister me dio permiso para irme de vacaciones a Brasil pero no me dijo cuándo debía volver…”.

Ese año, el Barça sería campeón de LaLiga y caería en la final de la Champions League frente al AC Milan.