Por Juan David Morales A Si nos remontamos hasta hace más de dos años: el 5 de diciembre de 2015, debemos conmemorar que fue la última vez que los seguidores del Once Caldas nos alcanzamos a ilusionar con ese momento de éxtasis, que para cualquier hincha apasionado del fútbol significa disputar la opción de llegar a una final. Corrían 91 minutos en el estadio Manuel Murillo Toro de Ibagué y los de camiseta blanca “resistían” la arremetida del local, pero en un instante, efímero, casi que imperceptible, los rivales convertían dos anotaciones que los clasificaban y dejaban perplejos y con la frente por lo más bajo a todos los que creímos que “ya estaba”. Luego, vinieron dos años donde se mezclaron las decepciones con la añoranza a la década anterior, en la cual ser protagonista en el rentado profesional era una constante, pero ahora el único rótulo era el de un equipo que simplemente participaba y se postulaba para ser candidato en el descenso. Este año, y para tranquilidad de todo el pueblo caldense, fiel a su historia y sus instituciones, el panorama cambió. Un técnico que llegaba con una buena temporada a diferencia de sus antecesores; un cambio de imagen y algunos frutos del trabajo de divisiones inferiores del  ‘profe’ Herney  y compañía, acompañados con un par de fichajes importantes y un cúmulo de ganas de triunfar, lograron que se volviera a tener protagonismo en el torneo y el Once Caldas pudiera estar adentro; nadie lo sacó nunca y alcanzó para llegar a la fecha definitiva con vida, con la esperanza de que esta vez, “ya estaba”. Pero nuevamente y en las puertas, del cielo, en otro momento efímero y casi imperceptible, parecía repetirse la historia del Murillo Toro y el conjunto ‘albo’ era derrotado y humillado en la tierra del petróleo. Pero como el fútbol es sencillamente increíble y poco predecible, se alinearon las estrellas para que, definitivamente y después de 4 torneos, quedáramos adentro y proclamáramos, por fin, ¡ya está! Hoy volvemos a Palogrande a disfrutar una fase definitiva, de esas que nos malacostumbramos a ver los hinchas de las nuevas generaciones. El escenario y el rival, común al de aquel fatídico desenlace de la noche de sábado en diciembre de 2015, pero que si miramos en retrospectiva, nos encontraremos que son los mismos protagonistas y el mismo escenario donde obtuvimos en un domingo del iluminado diciembre de 2010, la cuarta y última estrella que está estampada en nuestro escudo. Conclusión, ¡Ésto es fútbol!, queda disfrutar hasta la saciedad y  hasta donde puedan aguantar los pulmones el estar aquí, donde esta pasión mágica e impredecible, que da sus revanchas más pronto de lo esperado, sola se encarga de certificar la falacia de que hay candidatos y equipos débiles y que simplemente lo que hay que hacer, es jugar.