Sin duda alguna ayer fue una fecha especial para los seguidores del Once Caldas; no podría ser una situación indiferente cuando conmemoramos nada más y nada menos que otro aniversario de haber conseguido  la mayor gesta deportiva en la historia de la institución caldense, compartiendo con esa Libertadores la cumbre de las hazañas más destacadas del fútbol colombiano a nivel de clubes.

Y es que si nos remontamos al año 2004 tendríamos que recordar que un equipo de una ciudad intermedia en Colombia, el cual  había salido campeón de la liga nacional el año anterior después de no celebrar un título por más de 50 años, participaría por tercera oportunidad en este certamen internacional, donde en las dos anteriores había sido eliminado en primera  ronda. Dicho panorama daba para pensar que el blanco de Manizales no estaría dentro de los conjuntos llamados a animar el torneo más importante a nivel de clubes en América.

La virtud del Once Caldas se basaba en tener una nómina madura donde resaltaban algunos elementos que habían tenido múltiples convocatorias a la Selección Colombia. Adicional a ello, se había conservado la base del equipo campeón del torneo local en 2003, reforzado con ciertos elementos de los cuales algunos serían decisivos para la hazaña que hoy narramos.

Iniciaba pues la fase de grupos y el blanco de Manizales empezaba a hacer historia, por lo menos propia, ya que goleaba en su casa al Fénix Uruguayo y lograba sumar por primera vez en Libertadores en condición de visitante, ganándole sobre la hora al Maracaibo de Venezuela. Acto seguido, se perdió el único partido de la competición contra Vélez de Argentina, tomando revancha una semana después donde en Palogrande se derrotaba al equipo argentino, en el cual jugaba el siempre polémico guardameta, Jose Luis Chilavert. La primera clasificación a segunda ronda de copa quedaba a 90 minutos y la misma se configuraría en el estadio de Manizales contra Maracaibo de Venezuela en un partido difícil que se definiría por la excelsa pegada del mediocampista Arnulfo Valentierra.

Clasificado y con la meta en la siguiente ronda, el Once igualaría a 2 tantos con Fénix en el Centenario de Montevideo en un partido donde se utilizaría una nómina mixta, pues el primer lugar ya se encontraba asegurado. La labor de la clasificación hasta allí ya se había cumplido y todo lo que surgiera en adelante sería una ganancia deportiva de mucho destacar.

En los octavos de final los caldenses se enfrentaban con Barcelona de Ecuador, con la ventaja de jugar el partido de vuelta en condición de local. En esta llave empezó a relucir la cátedra de táctica del ‘profe’ Montoya, en que se destacaba la concentración y el orden defensivo en aras de mantener la valla en cero y buscar crear opciones de gol mediante rápidos contragolpes. A estas alturas el trabajo del estratega paisa era fundamental para lo que sería superar de hora en adelante a los rivales más encopetados del continente.

Se empataba en Guayaquil y se sufría en Palogrande para lograr en los últimos minutos forzar a la tanda de penaltis, donde apareció la experiencia de los elementos del ‘blanco’ y la categoría de Juan Carlos Henao, que empezaba a despuntar.

Vendrían los cuartos y las semifinales; los rivales serían Santos, actual subcampeón del torneo  y Sao Paulo de Brasil, destacado por la prensa deportiva como el mejor equipo de aquella Libertadores. Henao, el héroe una y otra vez de esas jornadas con sus reflejos felinos y sus atajadas inolvidables. “El arquero maraviila”.

Empates de visitante y victorias sufridas, pero contundentes por la mínima diferencia en el fortín en que se convirtió Palogrande, hicieron que el once se acomodara en la pelea por el título y estremeciera a todo un país.

La final, contra el vigente campeón continental de clubes, la escuadra más temida por todos, donde jugaba media selección Argentina, que días después se coronaría subcampeona de la Copa América; El rival a vencer sería Boca Juniors. Y es que lo más lindo de estos recuerdos es la forma como se consiguió tan anhelado trofeo y enfrentando a los rivales de semejante talla.

La mítica ‘Bombonera’ quiso acabar con las ilusiones del equipo de esta maravillosa ciudad cafetera, pero la garra, el orden, el trabajo en equipo y las ansias de salir campeón y llegar a la gloria, podrían mucho más que con tradición y el poder del equipo bonaerense.

Empate a ceros en Argentina; y llegaría aquel 1 de julio de 2004, con 40 mil almas el Palogrande y otros 40 millones de colombianos a la expectativa de lo que sería poder alcanzar la Libertadores, esquiva para nuestro país desde 1989, con tres intentos posteriores de finales sin la alegría de levantar la Copa.

El resto, ya es una historia maravillosa que todos conocemos; el gol de Viáfara, el empate de Burdisso, la figuración de Abondancieri en el segundo tiempo y la gloria en las manos de Henao que se quedaba  con el remate a ras de piso de Franco Cángele.

Son 12 años de tan recordada gesta, la cual no se borrará rápido de nuestras mentes. Las historias de los equipos que llegan sin expectativas y se encumbran en el olimpo son para no olvidar. Aquellos que quizás se acostumbran en conseguir títulos contarán sus  historias con ese orgullo de ser los campeones, pero  nosotros, los hinchas del Once Caldas, más que salir campeones nos sentimos virtuosos, grandes y orgullosos, pues quedará para siempre tatuada en el tiempo (ese que hace que todo se olvide) esa Libertadores que jamás se podrá comparar con triunfo alguno. Fue la primera, ojala no sea la única pero si es única. Felicitaciones hinchas del Once por seguir y compartir esta pasión tan inigualable.

Por Juan David Morales Aristizabal 

Columnista de Casa Blanca OC