En el fútbol, cuando los resultados no se dan, el entusiasmo, la ilusión y la alegría del hincha, del periodista y de los mismos jugadores desaparecen de los pasillos del estadio, para darle paso a un ambiente hostil en el que pocos se atreven a dar declaraciones y solo algunos espectadores asisten a los compromisos, con un amor incondicional que les impide abandonar a su equipo, pero con un sentimiento de desilusión que los acompaña cada partido.
Tristemente, Manizales se ha convertido en ese escenario donde incluso realizar una labor periodística se ha vuelto dificultoso, los jugadores salen apurados de las prácticas y el cuerpo técnico se enfrenta constantemente a quienes cuestionan sus decisiones.
Sin embargo, es el fútbol mismo el que se encarga de mostrarnos que a pesar de las malas temporadas su esencia siempre está ahí, y eso fue precisamente lo que el pasado 14 de octubre pude recordar. Mientras esperaba la rueda de prensa de Francisco Maturana, David Montoya de 8 años se robó mi atención; él, esperaba pacientemente uno a uno la salida de los integrantes del Once, sin importar los malos resultados, ni si quienes salían eran juveniles e incluso no eran jugadores, a todos los abordaba para lograr un autógrafo, con cuaderno en mano y casi sin mediar palabra les entregaba el lapicero para lograr su cometido.
Mientras se movía de un lado a otro decidí acercármele y gracias a su naturalidad y astucia para hablar pude conocer un poco más de su vida, esa que a pesar de ser corta ya gira alrededor del fútbol, de su amor por la ciudad y el Once Caldas, representando la esencia de este deporte. David vive con sus dos gatos, su madre y su abuelo, ambos seguidores del Junior; equipo del que el pequeño sin ningún problema dice también es hincha, pero no el dueño de su corazón, razón por la cuál su abuelo suele llamarlo ‘voltearepas’ cómo lo contó el propio David.
Al escucharlo, le pregunté si quizá tenía alguna descendencia barranquillera, a lo que respondió espontáneamente con “¿Me oye voz de costeño?”, llevándome entonces a indagar del por qué de su aprecio por el equipo de Manizales. Allí, y contrario a lo que normalmente acontece en las familias, fue el lado femenino quién inculcó ese cariño por el ‘Blanco’. Esto, porque su tía Lida, quién además se encontraba con él en ese momento, ha sido la encargada de acercarlo al conjunto de Manizales; ella es quién lo lleva a las prácticas, le regala prendas del equipo y junto a otras tías y la abuela de David, consiguieron ganarle a su abuelo un seguidor más para el Once Caldas.
Y sin duda desde ya es un gran aficionado, él conoce a todos los jugadores, y desde el utilero hasta Francisco Maturana plasmaron su autógrafo en el cuaderno de David, quién mientras hablaba miraba atento a la salida del camerino para que no le faltara ningún jugador, esos que como Johan Arango ya lo conocen e incluso son sus amigos.
” A Arango Lo conocí en un entrenamiento, yo estaba en la cancha y el me llevó allá a hablar con ellos y a medio entrenar” Aseguró David.
Al final, yo me fui con esa reflexión, mientras David admiraba orgulloso los autógrafos que consiguió y de seguro guardará por mucho tiempo.