Juan Villoro, escritor mexicano, mencionaba en su libro, ‘Dios es Redondo’, lo siguiente: “En perpetuo estado de infancia, el aficionado de fútbol busca capacidad para la magia. Aunque contemple un encuentro lastrado por el dopaje, el mercadeo y las impresentables bajezas de los ultras, puede encontrar ahí la playa desconocida donde alguien domina un balón por el gusto de hacerlo.”

En todas las actividades que generan competencia, y en especial en este deporte que tanto nos apasiona, suelen surgir para la felicidad de toda la fanaticada un selecto grupo de personajes que por sus actuaciones adquieren una categoría de héroes. En particular, la afición caldense ha gozado y actualmente goza de las gestas de su personaje de ciencia ficción, que desde hace más de 20 años ha construido su legado, convirtiéndose en ese actor de inolvidables historias.

Hace 12 años, cuando apenas era un niño y me encontraba en ese trance de admirar a aquél sujeto mágico que cumplía sus sueños y lograba lo imposible, apareció un hombre de larga cabellera, rasgos faciales fuertes y ojos claros, que vestía en la mayoría de oportunidades su capa de color rojo, y el cual pasaba los capítulos de este cuento recorriendo el continente, enfrentando a los archirrivales más letales y temidos, y volando como las águilas ante los intentos de sus enemigos de acabar con todo. Cariocas, astilleros, bonaerenses, charrúas, todos estos clanes iban pasando a la historia capítulo tras capítulo, mientras nuestro héroe y sus amigos vestidos de blanco inmaculado, modificaban el guión y se convertían en los protagonistas principales.

Nosotros, hinchas de todas las edades y en especial los más pequeños, solíamos estar al frente de la televisión los miércoles cada 15 días para observar las aventuras del superhéroe al que empezábamos a admirar. También teníamos la oportunidad de observarlo en vivo y en directo, a escasos, pero prohibidos metros, y con toda la incredulidad del mundo, el hombre de larga cabellera seguía recorriendo los aires y venciendo a sus rivales, mucho más grandes que él, y quizás por primera vez en la vida comprobábamos que la magia si existía dentro de un campo de juego y a la protección de tres palos.

Llegaba el duelo final, el capítulo más esperado por ser el fin de la temporada más exitosa de esta historia. Obviamente los enemigos serían los mejores; un ejército del sur que había vencido a otras tantas escuadras y que estaba dirigido por un virrey que jamás había perdido batalla alguna. Pero nuestro héroe y sus fieles amigos que lo protegían como si fueran sus vidas mismas, estarían al nivel de los gigantes que defendían su historia y el tan anhelado trofeo.

Pero el reto no fue inferior a las expectativas y nuestro personaje en conjunto con su bando, crecieron y batallaron como nunca antes; bien lo diría Villoro, “en el fútbol el heroísmo no tiene que ver con quienes disponen de habilidades excepcionales sino con quienes, siendo endebles, superan una formidable adversidad”.

Pero la batalla fue épica y bastante reñida, y como ninguno de los dos bandos fue capaz de vapulear a su contendor, todo se definía frente a frente, en un duelo directo, entre los valientes luchadores que conservaban la calma, para aquello a lo que solo están llamados a hacer los inmortales.

En este momento, tenía que aparecer el ser mágico para una última gesta. Y efectivamente, ante el bombardeo de uno de los enemigos gauchos, nuestro superhéroe volaría por última vez, interceptando el furioso ataque, deteniendo por instantes el paso del tiempo y dejando una imagen fantástica y utópica en todos los espectadores, los que estábamos en vivo y aquellos que observaban las imágenes desde cualquier rincón del mundo. Juan Carlos Henao se convertía en ese glorioso instante, en un ser capaz de crear magia, en el “arquero maravilla”. Henao era inmortal y todos sus seguidores nos encargaríamos de inmortalizarlo. Gracias Juan Carlos por ser el protagonista de la historia más maravillosa de nuestra época, de toda una ciudad y sobre todo, de esta pasión que nunca se acaba, al igual que su legado.

Por Juan David Morales Aristizabal. 

¿Qué opinas de esta columna dedicada al ídolo de generaciones?. #GraciasHenao